30 de junio, 2024

Por Cyril Widdershoven

Israel está al borde de una invasión completa de la Franja de Gaza, con las Fuerzas Armadas de Israel (FDI) preparadas para implementar una serie de estrategias militares. Si bien las tensiones regionales están aumentando, aún no ha estallado una guerra a gran escala en las fronteras septentrionales de Israel con el Líbano y Siria, en la que participan a Hezbolá, una organización terrorista chiíta y sus partidarios.

La presión diplomática de los EEUU y las naciones árabes está impidiendo que Hezbolá lance una ofensiva a gran escala. Este “estancado” en curso es precario, ya que tiene el potencial de desencadenar un conflicto regional y crear una inestabilidad significativa en países árabes, como Egipto, Jordania y Arabia Saudita, que podrían enfrentarse a una reacción pública.

A pesar de las preocupaciones dentro del mercado del petróleo y el gas sobre el conflicto en curso y su posible impacto en el suministro y las operaciones de energía, la prima de riesgo esperada del precio del petróleo sigue siendo relativamente baja.

La situación parece incierta, pero incluso la conferencia de Davos en el desierto FII2023 del príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman continúa como si la crisis no estuviera ocurriendo. Los líderes de la industria energética se están mezclando en entornos opulentos en el Ritz Carlton de Riad, aparentemente desconectados de la realidad sobre el terreno.

Al igual que los líderes políticos de Occidente a menudo luchan por entender los sentimientos de sus electores, lo que lleva al aumento del populismo, parece que los gigantes de la energía, los líderes de la OPEP y los comerciantes de productos básicos están igualmente separados de la crisis que se está desarrollando.

La situación tiene un sorprendente parecido con la acumulación militar rusa en las fronteras de Ucrania en 2022, cuando la mayoría creía que no pasaría nada significativo.

Desde una perspectiva geopolítica militar, el estado de alerta actual de las fuerzas occidentales, incluidos los EEUU e Israel, no tiene parangón. Si bien todos los ojos están puestos en las FDI y sus vecinos, la importante acumulación de fuerzas estadounidenses en la región se está ocultando de la vista del público.

El único cambio notable en la postura son los preparativos realizados por Washington para proteger a los civiles y diplomáticos estadounidenses de no verse envueltos en el conflicto. Sin embargo, la acumulación oculta de capacidades de proyección de la fuerza de la Armada de los EEUU, el despliegue de sistemas antimisiles avanzados, escuadrones de combate y una capacidad ofensiva para atacar a cualquier adversario regional no tiene precedentes.

Oficialmente, Washington atribuye estos movimientos y preparativos militares a la protección de las tropas estadounidenses en Oriente Medio, dado el aumento de los ataques a sus activos por parte de militantes respaldados por Irán en Irak y Siria. Sin embargo, es evidente que el enfoque se extiende más allá de la protección de la fuerza.

Desde el ataque terrorista de Hamas contra Israel, las fuerzas estadounidenses en Oriente Medio han sido objeto de ataques repetidos de misiles, drones y cohetes en Irak, Siria e incluso en respuesta a los lanzamientos de misiles con sede en Yemen en la región del Mar Rojo. Todos estos ataques han estado relacionados con operaciones respaldadas por Irán.

No se debe subestimar el reciente llamamiento de Washington a los ciudadanos estadounidenses para que evacuen el Líbano y otras capitales árabes. Hay señales claras de que una confrontación militar directa entre los EEUU y Hezbolá, Siria e Irán es inminente.

El posicionamiento de dos portaaviones estadounidenses frente a la costa de Israel, junto con la flota estadounidense existente en el Golfo Arábigo/Perso y sus alrededores, subraya la gravedad de la situación. Un asalto terrestre de Israel a Gaza o una mayor actividad de Hezbolá en el norte de Israel podrían desencadenar fácilmente un conflicto más grande.

Los mercados de petróleo, los comerciantes de productos básicos, los fondos de inversión y las empresas marítimas deben reevaluar sus estrategias con prontitud.

Si bien la construcción de una capacidad militar para proyectar el poder es generalmente un movimiento defensivo que debe ser bienvenido, las acciones actuales indican un cambio de posturas defensivas a ofensivas. A menos que ocurra un milagro en las próximas horas o días, un nivel más alto de volatilidad y confrontación que el que los principales medios de comunicación o los analistas están destando parece inminente.

Un incidente significativo, incluso iniciado por un jugador menor como Hezbolá o las milicias respaldadas por Irán, que resultó en víctimas de Estados Unidos, podría desencadenar una crisis importante. Las capacidades militares de Irán, especialmente sus misiles y fuerzas proxy, son formidables, y el resultado de una confrontación a gran escala sería definitivo.

En un conflicto tan multifacético, las implicaciones son extensas, abarcando el Mediterráneo oriental, el Canal de Suez, el Mar Rojo y el Golfo Pérsico. Estas regiones son rutas de transporte marítimo vitales para la energía, los productos básicos y casi la mitad del comercio marítimo mundial.

Los costos de tal conflicto serían asombros, poniendo en peligro las evaluaciones e inversiones futuras. La historia proporciona lecciones valiosas, incluso para los comerciantes e inversores de productos básicos basados en algoritmos, y la situación evoca recuerdos de la crisis ucraniana, pero esta vez, los poderes involucrados poseen una capacidad y un alcance mucho mayores.

Es esencial no subestimar la influencia global de Irán, que tiene presencia en todo el mundo, incluidos los EEUU, el Reino Unido y la UE, además de sus importantes capacidades navales y del IRGC. Moscú, aunque no está involucrada de forma abstracta, no debe pasarse por alto como un socio silencioso en los acontecimientos que se desarrollan.

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